Paisaje Asturiano, Vega de Ibeu, Meré. Asturias. Foto: Alberto Cordero.
El final de la temporada de rafting no deja nuestros pies tranquilos por mucho tiempo y encaminó nuestros pasos hacia Asturias, con la excusa de practicar otra de nuestras pasiones, el kayaksurf, y la promesa de las míticas olas del Cantábrico. No sabíamos todo lo que nos iba a deparar el viaje.
Pertrechamos nuestra impedimenta en la furgoneta de la empresa, qué maravilloso caos el de configurar el Tetris de la ilusión en forma de chalecos, palas, piraguas, cascos y otros juguetes que íbamos a necesitar.
Dani, Sergio y Alberto emprendimos viaje desde nuestra sede de rafting en El Tejar, Córdoba, para sumar a Iñaki en Madrid y dar con nuestros huesos en Llanes, heredera de los aguerridos pescadores del norte tras un “corto” viaje.
A pocos kilómetros de Llanes, entre su violenta costa de más de treinta playas y los afilados Picos de Europa, está situado Meré, un pequeño pueblo donde los padres de Iñaki tienen una casa en un prado a la que llaman el Palacio de Meré, que cuenta historias de indianos y se convertiría en nuestro campo base asturiano. Rodeados del verde masivo, los pequeños bosques y los prados donde conviven el ganado y las especies salvajes como el lobo.
Hay que hacer un comentario que nunca será suficiente acerca de la hospitalidad de Elvira e Ignacio, los padres de Iñaki, porque han hecho tan cómoda nuestra estancia que nos han devuelto a estados de infancia, de sábados por la mañana sin cole, sin responsabilidades, libres, gracias de corazón por parte de todo el equipo.
Para el primer día de actividad fuimos a dar un paseo a la vega de Ibeu, pequeña subida a uno de los altos valles interiores con los sonidos de los cencerros y el rumor de la calmada vida campesina a nuestro alrededor, el calor del saludo en casas de montaña y la alegría impagable de un culín de sidra artesanal, y digo bien impagable, porque sólo puedes ser invitado a ella, no la encontrarás en ningún supermercado.
Estalactita de una cueva en el Parque de Picos de Europa. Foto: Alberto Cordero.
Al día siguiente esperanzados en las olas pero con previsión negativa bajamos a la playa de Poo, una pequeña ría imposible de azotar por las olas cantábricas gracias al resguardo de sus pequeños acantilados laterales que la convierten en un lugar perfecto para la práctica del Paddle Surf, desde la que embarcamos en nuestros pequeños kayaks de surfear porque es la forma más sencilla de acceder a la playa de San Martín, donde entran de las mejores olas de Llanes…, eso si hubiese, pero extrañamente no había. Pasamos en Asturias una temporada de tanta calma en el mar que ni los viejos recordaban. Así que nos decidimos por hacer una travesía desde San Martín a Celorio, paseando bajo muros de caliza moldeada por olas y coronadas de prados verdes con vacas, entre playas íntimas de arena blanca y fina con aguas de color Caribe y pequeños islotes llamados castros. Travesía en la que el mar Cantábrico nos hizo un magnífico regalo, unos delfines que perseguían su comida diaria nos deleitaron con un espectáculo de saltos digno de un acuario a menos de diez metros de nuestros kayaks.
Con kayak o paseando descubrimos esas playas y la de Torimbia, San Antolín, Toranda, Barro, Toró, Andrín, Buelna, Cué, etc, todas espectaculares. Merece especial mención la playa de Gulpiyuri en medio de un prado, si, como lo lees, porque el agua del mar se ha abierto paso entre los acantilados por el proceso kárstico durante unos cien metros hacia el interior creando una joya de arquitectura natural.
El mar que nos quitó la diversión en forma de olas nos la devolvió en forma de mareas vivas. Tenemos que agradecer a Javi de la empresa CanoAsón de Cantabria la información de que la ola de Carasa estaba funcionando, la ría de Laredo ve entorpecido su trasiego al mar por un dique romano con un pequeño puente que en la vaciante de las mareas vivas no deja salir el agua a suficiente velocidad como para que no se cree un desnivel entre su parte superior y la inferior, y ese desnivel crea una ola estática como la de los ríos, y ésta en particular, noble, este fenómeno dura unas tres horas que aprovechamos para jugar con nuestros kayaks y los amigos que intentaban surfear también, unos con paddle surfs, otros con body boards, e incluso con tablas de surf.
Al día siguiente quedamos con el amigo Borja, un monitor experimentado que ha trabajado con nosotros en otras ocasiones y que ahora desarrolla su actividad profesional en Asturias, al que tenemos que agradecer el aventurero recorrido de ese día, en primer lugar nos llevó a practicar un poco de espeleología en las cercanías de Ortiguero, paseamos por una cueva con una entrada vertical y algo técnica pero que no requería el uso de material de descenso como cuerdas, arneses, etc, que de repente se abría en una bóveda de catedral que nos mostraba sus frescos y arquitectura a la luz de nuestras linternas frontales, estalactitas, estalagmitas, columnas, banderolas, órganos, todos ellos producto de la disolución y precipitación del carbonato cálcico que conforma los Picos de Europa, como nos explicó Borja en una interesante charla geológica.
Al salir de la cueva nos dirigimos al Barranco de La Molina, muy cercano a la cueva, corto, vertical, estrecho y divertido, con saltos y rápeles entre grandes paredes de caliza gris y el típico bosque de Picos de Europa.
Tras un día de descanso en Meré nos decidimos a visitar los dominios del Naranjo de Bulnes, el Picu como lo llaman allí, cuna aérea de las leyendas más épicas de nuestro alpinismo, que se nos mostró de forma irreal entre nubes mientras empezábamos la senda del Cares, impresionante recorrido de doce kilómetros desde Puente Poncebos al pueblo mágico de Caín, entre farallones altísimos, tallado en la pared y colgado sobre un río de aguas cristalinas que ha excavado un profundo cañón, fue construido como camino paralelo a la acequia que lleva el agua a la central eléctrica de Puente Poncebos con el esfuerzo de los lugareños.
Delfines en la Playa de San Martín. Foto: Iñaki Arrate.
Con la promesa de que volveremos en busca de esas olas que en ocasiones han saltado el paseo de San Pedro en Llanes y el alma llena de experiencias inesperadas, tomamos camino al sur haciendo una visita a la bonita localidad de San Vicente de la Barquera y con un nuevo destino que ofreceros. ¡Os esperamos!
Dani Practicando Freestyle en la Ola de Carasa. Cantabria. Foto: Alberto Cordero.
Palacio de Meré. Meré.